16/2/10

TAXI

Antonio se fue de viaje y dejó algunas indicaciones y beneficios en la contestadora de Carlos. Servicio de tenedor libre y pase vip al somier de dos plazas a cambio de regar las plantas y de cuidar 300 gramos de pelo y hueso desprolijamente pegados en forma de gato recién nacido al que había que llamar Salomón.  
Salomón iba y venía a mansalva entre los pies distraídos de su cuidador. Hubo sustos e insultos. Hubo manchas en los calzoncillos. Carlos imaginaba lo peor. Y lo peor incluía una feta roja y peluda en el piso del comedor, un pozo en el jardín y una nota en la mesa. Mientras permaneciera sentado las cosas resultarían bastante bien. 
La puerta del baño siempre estuvo abierta sin importar de que lado se sentara. Usaba pantalones sólo para salir a comprar cigarrillos. No necesitaba vestirse para atender el teléfono ni para escarbarse la nariz. Mucho menos para decirle no a un testigo de Jehová a través de una cortina casi invisible. 
Los días se estaban llevando la parte comestible de la heladera y la parte verde de las plantas. Arrasaron con todo lo que tuviera que ver con Antonio el meticuloso, dejando en la pileta de la cocina la vajilla sucia de Carlos el sucio.  
Es de noche y la avenida es larga. Carlos está en el balcón cenando una empanada de lo que hace una semana fue pollo. Se rasca una nalga, no porque le pique, sino porque eso hacen las personas libres. 
En medio de su desnudez los ojos se le expandieron por toda la cara como si hubiese recordado que Salomón tenía que comer. Soltó su cena sobre los coches y aún agarrado a la baranda disparó su pierna criminal hacia la cocina. Hacia lo peor. 
- ¡Gato de mierda y la puta que te parió!
Se cambió los calzoncillos y le chifló a un taxi. 

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LIBERE ESE PEDO LITERARIO, Y DEJEME SU PALOMETA.